En lo profundo de la cueva de Sulphur, a ambos lados de la frontera entre Albania y Grecia, se encuentra una vista como ninguna otra: la telaraña más grande conocida del mundo. Esta vasta estructura se extiende a lo largo de aproximadamente 1140 pies cuadrados, equivalente a una casa pequeña, suspendida en un estrecho pasillo dentro de esta laberíntica caverna de piedra caliza esculpida por el río Sarantaporos. Pero el gran tamaño de esta metrópolis de la seda es sólo una parte de la historia.
Lo que realmente sorprendió a los científicos fue el delicado ecosistema que prospera en su interior. Esta no era sólo una enorme red; Era una repleta ciudad araña. Los investigadores encontraron 69.000 Tegenaria domestica, comúnmente conocidas como tejedoras de embudos de granero, coexistiendo con aproximadamente 42.000 Prinerigone vagans, que normalmente se encuentran en hábitats húmedos. Se sabe que la primera especie se alimenta de las segundas, que son más pequeñas.
“En la oscuridad de la cueva”, explicó la Dra. Blerina Vrenozi, bióloga y ecologista de la Universidad de Tirana, “nuestra hipótesis era que no se ven, por lo que no hay depredación”. Esta coexistencia pacífica dentro de la red ofrece una visión fascinante de cómo la visibilidad limitada puede alterar drásticamente la dinámica natural depredador-presa.
El Dr. Vrenozi, que se especializa en arañas y dirigió este equipo de investigación, describió llegar a Sulphur Cave como “pura adrenalina para los biólogos”. El viaje en sí fue arduo, ya que requirió botas de agua y cuerdas para navegar por las corrientes de agua que llegaban a la altura del pecho dentro de los pasajes de la cueva.
“Cuando encendí una luz en la cueva”, recordó, “parecía brillante”, explicó el Dr. Vrenozi. La enorme red no era una única estructura continua, sino miles de redes individuales en forma de embudo entrelazadas, brillando bajo su luz con un brillo casi etéreo.
Este inusual refugio subterráneo debe su existencia a varios factores. La cueva en sí está esculpida con ácido sulfúrico generado a partir de la oxidación del sulfuro de hidrógeno del agua subterránea. Descubierta en 2022 por la Sociedad Espeleológica Checa, cuenta con una temperatura constante de alrededor de 80 grados Fahrenheit y ofrece abundante alimento: más de 2,4 millones de mosquitos atraídos por el húmedo interior de la cueva, suficiente sustento para esta metrópoli araña.
El duro entorno también actúa como una barrera natural para la mayoría de las demás criaturas. El aire dentro de la cueva de azufre está cargado de sulfuro de hidrógeno con olor pútrido, lo que la hace inhabitable para la mayoría de los animales. Incluso los investigadores que entran en la cueva necesitan máscaras para tolerar el “olor a huevos podridos”, como lo describió vívidamente el Dr. Vrenozi.
Si bien se desconoce la edad exacta de esta ciudad araña, su ubicación remota sugiere que podría persistir indefinidamente. La reposición constante de alimentos y la protección contra amenazas externas probablemente contribuyan a esta longevidad.
“Parte de la red se cae porque es demasiado pesada”, explicó el Dr. Vrenozi, “pero es un ciclo que se repite una y otra vez”. Los investigadores incluso notaron diferencias genéticas entre estas arañas cavernícolas y sus parientes de la superficie, destacando cómo se han adaptado de manera única para prosperar en este ambiente inusual.
Este extraordinario descubrimiento brinda no sólo la oportunidad de estudiar las adaptaciones evolutivas de ambas especies de arañas, sino que también ofrece información valiosa sobre cómo las relaciones ecológicas pueden cambiar dramáticamente en condiciones extremas como las que se encuentran dentro de un sistema de cuevas remoto.
























